La cara oculta de Monseñor Romero
Por Redacción El Inquisidor
Monseñor Romero durante su juventud. Foto cortesía de Jon Sobrino.
El futuro beato salvadoreño Óscar Arnulfo Romero se caracterizó no solo por ser un defensor de los desprotegidos, sino también por ser un hombre humilde y bondadoso, según sus allegados.
Óscar Arnulfo Romero no solo fue
el líder religioso salvadoreño que defendió los derechos de los desprotegidos,
el luchador social que se enfrentó a los grupos de poder de ese país y el
mártir que fue hecho asesinar por sus detractores. También fue un hombre, calificado
de “humilde” y “tímido” por aquellos que lo conocían.
Los hermanos Ángel, Elvira y
Leonor Chacón son algunos de ellos. Según cuenta Elvira ―que ahora es una
anciana―, Romero tenía tanta confianza con ellos que decía que la casa en que
ellos vivían era su segundo hogar. Esa misma casa ahora es un pequeño museo,
que exhibe algunas fotos y pertenencias de Romero, pruebas de la amistad que lo
unía a los Chacón.
Leonor cuenta que Romero era un “hombre
bien humilde”. Orgullosa, comenta que su esposo era de confianza para el
religioso, hasta el punto que este le pedía cuidar personalmente de su
habitación.
“Después de mi boda, se vino el
banquete que había hecho mi mamá en la casa. Aquí estuvo platicando con mi papá
y con todos. Luego nos dijo: ‘Alístense, que los voy a llevar a la luna de miel’.
Nos llevó en su carrito a San Miguel (ciudad de El Salvador), a un hotel. ‘La
estancia de ellos corre por mi cuenta’, les dijo a los del hotel”.
“A él le gustaba que le
cocináramos sus frijolitos volteados”, cuenta Elvira. Añade que el día en que
fue asesinado, ellos lo esperaban en casa con la cena hecha. “Monseñor fue un
hombre de Dios, pero sobre todo un gran amigo”, dice luego.
Otro de los amigos de Romero fue
el sacerdote jesuita y exdirector de la Radio YSAX, en la que Monseñor Romero
tenía un espacio radial. “Fue un hombre que a mí me impactó mucho”, dice. “Unas
damas de sociedad le ofrecieron hacerle una casa, y él dijo que no. Él no tenía
dónde vivir, y estuvo viviendo en el Hospital de la Divina Providencia”.
Lo califica como un hombre “austero
y desordenado”, e insiste en que era objeto de su admiración. “Tenía unas
homilías muy preciosas”, cuenta. “Cuando cumplió un año como obispo, hice una
caja de madera, puse en cassette todas las homilías que había dado hasta
entonces, y le dije: ‘Monseñor, aquí están sus homilías, para que las escuche
cuando sea viejo’”.
Los hermanos Chacón conservan una foto tomada durante la última visita de Monseñor Romero.
Foto: Ulises Iraheta.
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